lunes, 12 de noviembre de 2007

Cuento: Maldito Cobarde

Maldito cobarde




La bruma cae y tu, solo, observas, es una mañana fría, tan fría como las demás, algo te está diciendo que esta mañana será más fría aun, lo sientes en tus huesos, un poco aturdido por tus pensamientos decides levantarte y lavarte la cara, te sientes sucio, solo un ser tan repugnante podría sentir eso, lo sabes, estas tratando de sacarte el olor a sangre que la noche anterior tu mismo hiciste que se te impregnara por todo tu cuerpo desvirginisado, un cuerpo que no tiene alma, que no tiene sentimientos, pero lo sabes muy bien.
Es demasiado para este tipo de pensamientos, ya no vale la pena seguir atormentándote por un delito que ya cometiste, el mismo olor que tenia ella esa noche lo tienes tu ahora, lo tienes en tu carne, un tu sangre y en tu alma, ya estas manchado y te arrepientes por ello pero ¡ya no puedes arrepentirte! si lo haces seria lo peor que podrías hacer, su imagen se vuelve a tu cabeza, recuerdas ese momento, ese preciso momento, quien pensaría que fuiste tú quien lo hizo, nadie, por eso mismo te decidiste a hacerlo.
Pasan unos minutos y tú ahí... sigues sin hacer nada.
Sacas del cajón de tu velador una caja con unas pastillas extrañas, creo saber para qué son, deseas ir con ella, por eso lloras, lloras por lo tonto que fuiste, desgraciadamente ella ya está muy lejos en este momento, inútilmente estiras tus brazos tratando de alcanzar una ilusión que te formas, lloras, quieres abrazarla y tenerla de nuevo en tus brazos, la vez una vez más, como todas las mañanas la veías, como la tuviste esa noche. Dejas caer tu cuerpo sobre tu cama, abrazando esa felicidad que ella te regalo. Lloras, solo lloras, gritas de dolor su nombre, la poca alma que te queda se quiebra, tus ideas se quiebran, te levantas de tu cama lentamente y un dolor de cabeza insostenible hace olvidarte de todo por un momento, te levantas y recoges todas sus cosas y como un niño las observas una por una. Puedo sentirlo, parece que te gusta, si te gusta este dolor, no puedes negar que te gusto matarla y te gusta disfrutar la frustración que ahora tienes, por ultimo tomas su foto y la besas, como despidiéndote, diciéndole el adiós que nunca tuviste el valor de decir.
Te decides, por primera vez en tu vida... te decides. Comienzas a tomarte las pastillas, cada vez que te tomas una piensas en lo bonito que fue vivir a su lado, van 5 pastillas y tus ojos llenos de lagrimas, solo un ser tan estúpido puede hacer lo que estás haciendo tu ahora, sexta, novena pastilla y vas a la ventana a ver como si fuera el ultimo rayo de luz que veras y así es, por que de golpe cierras las cortinas, no quieres ver el mundo que te vio crecer y convertirte en el bicho en el que estas ahora, caminas desconcertado por la habitación, te rascas la cabeza, apagas la luz y ahora estas a oscuras, te desespera la idea de tomarte las pastillas de a una, cada pastilla te hace venir recuerdos a tu cabeza y no quieres morir con la imagen de su rostro desfigurado en tu mente, quieres morir rápido, sin huellas, sin recuerdos.
Te levantas medio aturdido y te acercas a la cocina, tomas las pastillas que te quedan y las mueles, las tomas junto a un vaso de cerveza, pobre infeliz, además de estúpido... quieres morir borracho, te lo tomas, sientes al tragar el sabor amargo de esta pócima, sientes como te quema por dentro, y se hace presente como el augurio de tu penosa muerte. Y esto no será lo único amargo, no lo amargo no será esto, será tu muerte, tu muerte será tan amarga y tan maldita como tu vida, en ese momento, justo en ese momento, llega tu madre a decirte que tienes una llamada telefónica, medio atontado por el efecto de las pastillas, contestas la llamada, puedes distinguir una voz familiar, es la hermana de tu novia, te avisa que tu novia fue encontrada ultrajada en un callejón y que en estos momentos se encuentra en estado de coma en un hospital cercano, te pregunta si la vas a ir a visitar, te cuenta el diagnostico de los médicos. Dicen que la habrían golpeado con tal brutalidad en el cuerpo que pedazos de carne le faltaban, ella estaba muy mal, pero aun tenía esperanzas de vida.
Silencio, dejas caer el teléfono, en estado de shock te preguntas, ¿qué fue lo que paso? ¿Qué hice mal? ¿acaso no la maltrate lo suficiente?... luego, reaccionas y te das cuenta que cuando ella se mejore recordara tu cara sonriente, violándola, golpeándola, abusando de su cuerpo hasta en el rincón más oscuro, ella recordara cuando la pateaste en el piso solo por miedo, recordara que el acto más cobarde fue darle un beso de despedida en ese momento es cuando comienzas a recordar tu, recuerdas su cara más que de dolor, de tristeza, desilusión, recuerdas que mientras la golpeabas apretaba la medalla que tú mismo le regalaste, recuerdas que antes de patearla en el piso aun repetía que te amaba y que no pensaba abortar al hijo que esperaba tuyo, recuerdas lo poco valiente que fuiste al dejarla botada ahí desangrándose, botando sangre que no era solo suya si no también ¡de tu hijo!.
Las pastillas empiezan a hacer efecto, te mareas, caes y segundos antes de cerrar los ojos ves el rostro de ella repitiéndote la frase célebre "te amo, ¿por qué me haces esto?" en ese momento, te arrepientes, te imaginas como podría haber sido ese niño tuyo, como habría sido tu vida junto a esa mujer que te salvo de tantas, sonríes, pero esa sonrisa se turba al sentir el dolor que invade cada músculo, cada nervio, cada pedazo de carne de tu estorboso cuerpo , solo mueres, mueres y ya nada puedes hacer. Y lo sabes.

Autor: Yo
Año: 2002

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